domingo, 31 de agosto de 2008

Los hunos

Los hunos

fueron una confederación de tribus Euroasiáticas, muchas de ellas de los más diversos orígenes unidos por una aristocracia que hablaba una lengua túrquica. Este grupo humano apareció en Europa en el siglo IV, y su máximo exponente fue Atila el Huno. Los hunos fueron llamados bárbaros por los romanos, a los que invadieron entre los siglos IV y V.

Sociedad

Excelentes jinetes arqueros, veloces y decididos, de táctica impredecible, extendieron el miedo por el Imperio. Pactaron con Roma en contra de los germanos de Europa Central y, hacia el 432, tenían un caudillo principal, Rua o Rugila, a cuya muerte (434) le sucedieron sus sobrinos Bleda y Atila. Eran nómadas y vivían en chozas temporales, aunque conocían la propiedad de la tierra y solían serpentear por zonas concretas que estuvieran en su poder. Por su condición nómada, la vaca y la cacería tenían un papel más importante en su economía que la agricultura. Las carencias en su dieta eran saciadas por medio del comercio y de forma mucho más seguida, el pillaje en territorio extranjero. Las armas que empleaban en la guerra eran la espada recta, la lanza; el lazo, que era una especie de cuerda con la que lazaban a sus enemigos y les tronaban el cuello, y el arco compuesto, que solían utilizar desde el caballo. A esto contribuía el uso del estribo, que tomaron de los chinos y que introdujeron más tarde en Persia y Europa.

Cultura

Por su origen se cree que la lengua de los hunos debió ser del tronco uralo-altaico, el grupo al que pertenecen lenguas como el turco o el mongol. La hipótesis de que su lengua fuera en realidad de la familia irania, basada en las inscripciones de monedas halladas en tumbas hunas procedentes del actual Afganistán y algunas ex repúblicas soviéticas ha sido rechazada hoy en día pues se ha demostrado que tales monedas sólo repetían el mismo patrón que las persas de zonas limítrofes. Por otra parte, algunas fuentes chinas los relacionan con pueblos siberianos como los samoyedo, pero esto tampoco casa con los datos aportados por la arqueología.

En cuanto a la religión no se sabe casi nada de ella, aparentemente tenían un tipo de "adoración al caballo (ya que estos animales eran una figura casi "sagrada" para ellos en su cultura). Las fuentes romanas suelen referirse a ellos como individuos subhumanos carentes de cualquier clase de dios y moral, sin creencia en otra vida aparte de la terrenal , aunque se sabe que tenían algo parecido a chamanes o brujos en su tribu (que creían en al existencia de abominaciones subterrabeas infernales), especializados en la adivinación a partir del examen de restos y huesos de animales. Originalmente cremaban a sus muertos, aunque más adelante comenzaron a inhumarlos. Practicaban tanto la poliandria como la poliginia.

El historiador romano Amiano Marcelino nos dejó un texto donde podemos observar la visión deformada que los romanos tenían sobre los hunos:

Son seres, imberbes, musculosos, salvajes, extraordinariamente resistentes al frío, al hambre y la sed, desfigurados por los ritos de deformación craneana y de circuncisión que practicaban, e ignorantes del fuego, de la cocina y de la vivienda.

Expansionismo

Extremo Oriente

Según las crónicas de la antigua China, los xiongnu eran un pueblo nómada de pastores y guerreros que vivían en las estepas de Asia centro-oriental, al norte de la Gran Muralla China. Muchos historiadores modernos piensan que los xiongnu mencionados en las crónicas chinas eran el mismo pueblo que apareció siglos más tarde en Europa e invadió el Imperio Romano bajo el nombre de los hunos.

La dinastía Qin pudo rechazar sus ataques de forma más o menos eficaz, pero a la caída de ésta los xiongnu lograron superar la Gran Muralla e iniciar una serie de incursiones en territorio chino. Los xiongnu también combatían contra otros pueblos nómadas y durante el mandato del jefe Mao Dun (209-174 adC), derrotaron a las poderosas tribus de los xianbi, los tunguses y los kitán, unificando por primera vez el área ocupada por la actual Mongolia. El emperador chino Wen, de la dinastía Han quiso alejar el peligro de este nuevo imperio pagándoles tributo (seda y cereales sobre todo), algo que con el tiempo sería una constante en la relación de los hunos con otros pueblos. Era tal la cantidad que exigían los hunos para no entrar en guerra que los bienes recibidos cada año les sobraban, hasta el punto de que los vendían a los mercaderes de occidente que llegaban por la Ruta de la Seda con notables beneficios. También hubo matrimonios de conveniencia entre princesas chinas y reyes xiongnu con el fin de sellar la paz. Otra característica principal de la cultura de los Hunos es la alta incidencia de miembros homosexuales y casamientos entre personas del mismo sexo ya que esto era perfectamente visto y aceptado por esta sociedad.

Esta relación se rompió cuando el emperador Wu decidió dejarles de pagar tributo y, anticipándose a la esperada reacción de los xiongnu, envió varias expediciones a Asia Central a partir de 133 adC, aunque sólo una tuvo éxito: la que en el año 127 adC consiguió expulsar a los xiongnu del curso superior del Río Amarillo. Las expediciones posteriores mantuvieron entretenidos a los bárbaros combatiendo en su propio territorio de forma constante, lo que les debilitó. En el año 121 adC fueron derrotados en el corredor de Gansu por el general chino He Qubing (que construyó allí la fortaleza de Juyan) y forzados a marchar hacia el oeste, donde ya habían sometido unas décadas antes al pueblo indoeuropeo de los tocarios. Una vez expulsados los xiongnu de la cuenca del Tarim, los chinos la pusieron bajo su mando y entraron en contacto por primera vez con los persas helenizados de Fergana, que introdujeron la alfalfa y el caballo árabe en China.

Los debilitados xiongnu se escindieron en dos ramas hacia el año 48 dC, y una de ellas, los hunos del sur, se puso bajo el mando de los Han. Éstos los destinaron a vigilar la zona del nacimiento del Río Amarillo. Aunque dejaron de atacar a los chinos, los xiongnu no creyeron que su lealtad implicase estar en paz con las otras tribus sometidas de la zona y los reinos tributarios de Asia Central, por lo que llevaron a cabo una ola de saqueos en la región durante los años 60-70. Esto provocó el que los emperadores Zhang (76-88) y He (89-105) volviesen a combatir contra ellos y los expulsasen de la cuenca del Tarim, aunque el debilitado poder chino en Asia Central debió hacer frente inútilmente a la sublevación posterior de las tribus tibetanas de la zona y terminaron por evacuar la región.

Mientras que la caída de la dinastía Han en el año 220 fracturaba China en tres reinos pequeños enfrentados entre sí, los xiongnu del sur se reagruparon de nuevo y volvieron a invadir China en el año 311, llegando hasta Luoyang, la rica capital de la China del norte y final de la Ruta de la Seda. La ciudad fue saqueada e incendiada, aunque más tarde los invasores se establecieron allí y la gobernaron durante 39 años. En el 350 el último rey xiongnu fue asesinado por un miembro de su propio pueblo y la dinastía derrocada.

Persia y la India

Más o menos ese mismo año, 350, los xiongnu del norte, que habían sido expulsados de las estepas un siglo antes, se desplazaron hacia el oeste y saquearon varias ciudades en los límites del Imperio Persa, donde fueron llamados xiyon, xiongnu o chionitas. Esto tomó de forma desprevenida al emperador persa Sapor II, que entonces se hallaba sitiando la fortaleza romana de Nisibis, en Mesopotamia. Rápidamente partió a Sogdiana para hacerles frente durante una guerra que duró 10 años y les derrotó, forzándoles a una alianza. En el primer lugar donde los chionitas fueron derrotados se construyó la ciudad de Nishapur, que en persa significa “Hazaña de Shapur”.

Cuando Sapor volvió a atacar a los romanos en 360, le acompañaban varios chionitas en su ejército, a las órdenes del rey Gumbates. El historiador romano Amiano Marcelino cuenta que durante el sitio de Amida (actual Diyarbakr), los ya bautizados por los romanos como hunos que le acompañaban perdieron al único hijo de Gumbates. El príncipe fue quemado en una enorme pira funeraria a las afueras de la ciudad, algo chocante si tenemos en cuenta que los persas que los mandaban rechazaban esta práctica debido a que su religión, el zoroastrismo, la prohibía. Algunos yacimientos arqueológicos de Tayikistán confirman que esta práctica era algo común en este pueblo.

Cuadro de texto: Hunos cargando durante la batallaHunos cargando durante la batallaCon el tiempo los xiongnu/chionitas se asentaron en las provincias orientales del Imperio persa y acabaron dominando la zona de forma independiente, e incluso acuñaron moneda. Más tarde se dividieron nuevamente en dos ramas, los kidaritas y los ephtalitas (heftalitas) o "hunos blancos". Los heftalitas entraron en guerra con los kidaritas en el siglo V y los forzaron a adentrarse en el Punjab, donde en el año 427 fueron derrotados por el emperador persa Bahram IV. No obstante, los hunos blancos también invadieron la India en los años sucesivos, hasta el punto de que varios historiadores creen que fueron ellos los que ocasionaron el declive y caída del Imperio Gupta hacia el año 540.

Los hunos blancos se habían mezclado con la población del este de Persia y con el tiempo, según cuenta el historiador griego Procopio, sus marcados rasgos asiáticos se fueron diluyendo. También comenzaron a inhumar a sus muertos y se hicieron agricultores sedentarios, pero no perdieron su ardor guerrero, como muestra, además de sus invasiones sobre la India, su participación en las guerras civiles persas de lado del emperador sasánida Firuz I contra su hermano y usurpador en el trono, Hormid III. Cuando Hormid fue derrocado, Firuz decidió volver a poner las provincias orientales bajo control persa, atacando a sus antiguos aliados. Fue derrotado y hecho prisionero por el rey heftalita Kushnavaz, siendo liberado más tarde tras dejar a su hijo Kavad I (o "Qubad") como rehén. Cuando Firuz volvió a atacar, la caballería que él comandaba se precipitó en una zanja disimulada y todos sus integrantes fueron muertos. Qubad accedió al trono pero la guerra con los heftalitas continuó durante décadas, por lo que en los años sucesivos los reyes persas tuvieron que construir numerosas fortificaciones en las fronteras orientales. El mismo Kavad I pudo recuperar el trono persa en el 498 con el apoyo de los heftalitas.

Finalmente, el emperador persa Cosroes (531-579) se alió con Silzibul, jefe de los turcos de las estepas del Caspio, y juntos consiguieron derrotar estrepitosamente a los heftalitas en el año 557, obligándolos a dispersarse. Su reino (que incluía Bactriana, parte de Sogdiana y buena parte del desaparecido Imperio Gupta) fue dividido en dos a lo largo del río Oxus, siendo la parte norte para los turcos y la sur para los persas.

Europa

No se sabe muy bien cuántos heftalitas se exiliaron de su recién perdido territorio, y en qué medida se mezclaron con otros grupos que vivían en las estepas al norte de éste. Se sabe que unos siglos antes, otra rama de los hunos (¿kidaritas?) se dirigió hacia el norte y trató de asentarse en las estepas próximas al mar Caspio, pero una serie de sequías que azotaron la zona en los siglos III-IV les obligaron a abandonarlas y avanzar aún más. A mediados del siglo IV el rey huno Balamber atacó el reino alano que en esos momentos se extendía entre los ríos Volga y Don y derrotó a este pueblo, obligándole a huir hacia el suroeste. Posteriormente avanzaron hacia la cuenca del Dnieper, donde derrotaron a los ostrogodos en 370: una parte de éstos se refugió en las tierras de sus vecinos visigodos, pero la mayoría fue forzada a servir en el ejército huno. Por último, los hunos cruzaron el Dniéster en 376 y derrotaron también a los visigodos, que solicitaron asilo al Imperio Romano de Oriente. Las tierras en poder de los hunos se extendían ya desde el Caspio al Danubio.

Cuadro de texto: Atila el Huno, según dibujo del siglo XIXAtila el Huno, según dibujo del siglo XIXLos visigodos se rebelaron contra los romanos en el año 378 y saquearon varias ciudades romanas en los Balcanes. Aprovechando el caos desatado por los godos y otros pueblos germánicos, el rey huno Rua cruzó el Danubio en 432 y atacó a los romanos con tal fuerza que el emperador Teodosio II tuvo que pactar con él la entrega de 115 kg. de oro anuales para conseguir la paz. En el año 434 Rua murió dejando el trono de forma conjunta a sus sobrinos Atila y Bleda, hijos de su hermano Mundzuk. Éstos reanudaron la paz a cambio de duplicar el tributo romano y se dirigieron al este, donde invadieron Persia durante 5 años, antes de ser derrotados cuando trataban de conquistar Armenia. También lucharon contra los eslavos y los germanos, ocasionando un efecto dominó que hizo que burgundios, francos, sajones, anglos y jutos invadieran el Imperio Romano de Occidente.

En 439 acusaron a los romanos de romper el acuerdo después de que el obispo de Margus (cerca de la actual Belgrado) cruzara el Danubio y profanara las tumbas reales hunas que había en su orilla norte. Atila y Bleda saquearon varias ciudades romanas, entre ellas Margus, Viminacium, Sigindunum (Belgrado), Naissus (Nis), Serdica (Sofía) y Filipópolis (Plovdiv). Tras ello, Teodosio consiguió la paz entregando una indemnización y triplicando los tributos.

Prisco, que conoció a Atila en 448-449, lo describe como bajo, robusto, de gran cabeza, ojos hundidos, nariz chata, barba rala y de costumbres austeras. Irritable e irascible, era un tenaz negociador y no tan inmisericorde como se dice.

Inmediatamente inició una política aún más agresiva que la anterior, rompió la tregua y penetró con su ejército en Iliria. No se sabe nada concreto sobre Atila entre 435 y 439. En 441, cuando las tropas romanas estaban actuando en el limes tanto oriental como occidental, atacó fuertemente el Danubio oriental, tomando y saqueando muchas ciudades, incluida Singidunum (Belgrado). Constantinopla logró una tregua para el 442 y trajo tropas del Oeste; pero en 443 Atila volvió a atacar: tomó ciudades en el río y se dirigió al interior hacia Naiso (Nis) y Sérdica (Sofía), que fueron destruidas. Camino de Constantinopla, tomó Filipópolis, derrotó a los romanos en todas las batallas y cercó la capital imperial, que no podía tomar con sus arqueros. Puso rumbo a Galípolis, donde estaban refugiadas las últimas tropas imperiales, y las deshizo. Impuso una paz que incluía el pago de los atrasos y su mora (6.000 libras de oro, unos 1.800 Kg) y la triplicación del tributo anual (2.100 libras por año, unos 650 Kg). Atila se coronó rey único (autócrata) después de que muriera su hermano durante una cacería en 445, probablemente asesinado por él mismo. Atacó de nuevo en 447, más al Este (Escitia y Moesia) que la vez anterior y derrotó a los romanos en el río Uto (Vid), pero con un alto costo en hombres. Devastó los Balcanes y Grecia hasta las Termópilas y en los años siguientes se mantuvo una especie de hostilidad latente entre Atila y Teodosio II, como narra Prisco de Panio (fragmentos de su Historia), que le visitó en Valaquia junto a los embajadores romanos del 449. Se concluyó una paz más onerosa para el Imperio que la del 443: el Imperio había de evacuar una ancha franja suddanubiana y entregar grandes tributos, cuya cuantía no precisan las fuentes.

Atila entró en la Galia en 451, aparentemente contra los visigodos del reino de Tolosa, que no mantenían contenciosos con Valentiniano III ni con Aecio, con quien Atila estaba en buenas relaciones. Se sabe que, en 450, Honoria, hermana del emperador, le envió su anillo y la petición de que la librase de un matrimonio al que se la obligaba. Atila reclamó a Honoria como esposa y pidió la Galia como dote. Aecio y Teodorico I pactaron una actuación conjunta. Atila intentó ocupar Aurelianum (Orleans), pero los romano-godos se lo impidieron en el último momento. La batalla se dio en campo abierto, en los Campos Cataláunicos (o, según otras fuentes, Mauriacos), de situación desconocida. Teodorico murió, pero Atila, vencido por primera y única vez, hubo de retirarse.

En 452 Atila pasó a Italia y saqueó Aquilea, Padua, Verona, Brescia, Bérgamo y Milán, sin que Aecio pudiera detenerlo. La hambruna y la peste los hicieron salir de Italia. El nuevo emperador de Oriente, Marciano, interrumpió el pago de subsidios pactado por Teodosio II y Atila iba a atacarle cuando murió durante su noche de bodas, en 453. Le sucedió su hijo Ellak, que hubo de hacer frente a la sublevación de sus hermanos Dengizik y Ernak, así como de varios pueblos sometidos, que le derrotaron en la Batalla de Nedao. Los hunos quedaron desunidos, fundiéndose con otros pueblos bárbaros a la muerte de Atila. Las revueltas internas facilitaron la derrota huna (455) frente a una coalición de gépidos, ostrogodos, hérulos y otros pueblos en Panonia (río Nedao, sin identificar) que terminó con los hunos como potencia.

Atila

Atila (n. 406 - m. 453) fue el último y más poderoso líder de los hunos. Gobernó el mayor imperio europeo de su tiempo, desde el 434 hasta su muerte. Conocido en occidente como "El azote de Dios". Sus posesiones se extendían desde Europa Central hasta el Mar Negro, y desde el Danubio hasta el Báltico. Durante su reinado fue uno de los más acérrimos enemigos de los Imperios romanos Oriental y Occidental: invadió dos veces los Balcanes, estuvo a punto de tomar la ciudad de Roma y llegó a sitiar Constantinopla en la segunda de las ocasiones. Marchó a través de Francia hasta llegar incluso a Orleans antes de que le obligaran a retroceder en la batalla de los Campos Cataláunicos (Châlons-sur-Marne), y logró hacer huir al emperador Valentiniano III de su capital, Rávena, en el 452.

Aunque su imperio murió con él y no dejó ninguna herencia destacada, se convirtió en una figura legendaria de la historia de Europa. En gran parte de la Europa Occidental se le recuerda como el paradigma de la crueldad y la rapiña. Algunos historiadores, en cambio, lo han retratado como un rey grande y noble, y tres sagas escandinavas lo incluyen entre sus personajes principales.

Orígenes

Los hunos europeos parecen haber sido una rama occidental de los hsiung-nu, grupo proto-mongol o proto-túrquico de tribus nómadas del noreste de China y del Asia Central. Estos pueblos lograron superar militarmente a sus rivales (muchos de ellos de refinada cultura y civilización) por su predisposición para la guerra, su asombrosa movilidad y sus armas específicas, tales como el arco huno.

Atila nació en torno al año 406. En cuanto a su infancia, la suposición de que a temprana edad era ya un jefe capaz y un avezado guerrero es razonable, pero no existe forma de constatarla. Tras la muerte de su padre, Atila se encuentra con su tío y decide acompañarlo para aprender el arte de la guerra.

El trono compartido

Hacia el 432, los hunos se unificaron bajo el rey Rua o Rugila. En el 434 murió Rua, dejando a sus sobrinos Atila y Bleda, hijos de su hermano Mundzuk, al mando de todas las tribus hunas. En aquel momento los hunos se encontraban en plena negociación con los embajadores de Teodosio II, acerca de la entrega de varias tribus renegadas que se habían refugiado en el seno del imperio de Oriente. Al año siguiente, Atila y Bleda tuvieron un encuentro con la legación imperial en Margus (actualmente Pozarevac), y, sentados todos en la grupa de los caballos a la manera huna, negociaron un tratado. Los romanos acordaron no sólo devolver las tribus fugitivas (que habían sido un auxilio más que bienvenido contra los vándalos), sino también duplicar el tributo anteriormente pagado por el imperio, de 350 libras romanas de oro (casi 115 kg), abrir los mercados a los comerciantes hunos y pagar un rescate de ocho sólidos por cada romano prisionero de los hunos. Éstos, satisfechos con el tratado, levantaron sus campamentos y partieron hacia el interior del continente, tal vez con el propósito de consolidar y fortalecer su imperio. Teodosio utilizó esta oportunidad para reforzar los muros de Constantinopla, construyendo las primeras murallas marítimas de la ciudad, y para levantar líneas defensivas en la frontera a lo largo del Danubio.

Los hunos permanecieron fuera de la vista de los romanos durante los siguientes cinco años. Durante este tiempo llevaron a cabo una invasión de Persia. Sin embargo, una contraofensiva persa en Armenia concluyó con la derrota de Atila y Bleda, quienes renunciaron a sus planes de conquista. En el 440 reaparecieron en las fronteras del imperio oriental, atacando a los mercaderes de la ribera norte del Danubio, a los que protegía el tratado vigente. Atila y Bleda amenazaron con la guerra abierta, sosteniendo que los romanos habían faltado a sus compromisos y que el obispo de Margus (cercana a la actual Belgrado) había cruzado el Danubio para saquear y profanar las tumbas reales hunas de la orilla norte del Danubio. Cruzaron entonces este río y arrasaron las ciudades y fuertes ilirios a lo largo de la ribera, entre ellas –según Prisco– Viminacium, que era una ciudad de los Moesios en Iliria. Su avance comenzó en Margus, ya que cuando los romanos debatieron la posibilidad de entregar al obispo acusado de profanación, éste huyó en secreto a los bárbaros y les entregó la ciudad.

Teodosio había desguarnecido las defensas ribereñas como consecuencia de la captura de Cartago por el vándalo Genserico en el 440 y la invasión de Armenia por el sasánida Yazdegerd II en el 441. Esto dejó a Atila y Bleda el camino abierto a través de Iliria y los Balcanes, que se apresuraron a invadir en el mismo 441. El ejército huno, habiendo saqueado Margus y Viminacium, tomó Sigindunum (la moderna Belgrado) y Sirmium antes de detener las operaciones. Siguió entonces una tregua a lo largo del 442, momento que aprovechó Teodosio para traer sus tropas del Norte de África y disponer una gran emisión de moneda para financiar la guerra contra los hunos. Hechos estos preparativos, consideró que podía permitirse rechazar las exigencias de los reyes bárbaros.

La respuesta de Atila y Bleda fue retomar la campaña (443). Golpeando a lo largo del Danubio, tomaron los centros militares de Ratiara y sitiaron con éxito Naissus (actual Nis) mediante el empleo de arietes y torres de asalto rodantes (sofisticaciones militares novedosas entre los hunos). Más tarde, presionando a lo largo del Nisava tomaron Serdica (Sofía), Filípolis (Plovdiv) y Arcadiópolis. Enfrentaron y destruyeron tropas romanas en las afueras de Constantinopla y sólo se detuvieron por la falta del adecuado material de asedio capaz de abrir brecha en las ciclópeas murallas de la ciudad. Teodosio admitió la derrota y envió al cortesano Anatolio para que negociara los términos de la paz, que fueron más rigurosos que en el anterior tratado: el emperador acordó entregar más de 6.000 libras romanas (unos 1.963 kg) de oro como indemnización por haber faltado a los términos del pacto; el tributo anual se triplicó, alcanzando la cantidad de 2.100 libras romanas (unos 687 kg) de oro; y el rescate por cada romano prisionero pasaba a ser de 12 sólidos.

Satisfechos durante un tiempo sus deseos, los reyes hunos se retiraron al interior de su imperio. De acuerdo con Jordanes (quien sigue a Prisco), en algún momento del periodo de calma que siguió a la retirada de los hunos desde Bizancio (probablemente en torno al 445), Bleda murió y Atila quedó como único rey. Existe abundante especulación histórica sobre si Atila asesinó a su hermano o si Bleda murió por otras causas. En todo caso, Atila era ahora el señor indiscutido de los hunos y nuevamente se volvió hacia el imperio oriental.

Rey único

Tras la partida de los hunos, Constantinopla sufrió graves desastres, tanto naturales como causados por el hombre: sangrientos disturbios entre aficionados a las carreras de carros del Hipódromo; epidemias en el 445 y 446, la segunda a continuación de una hambruna; y toda una serie de terremotos que duró cuatro meses, derruyó buena parte de las murallas y mató a miles de personas, ocasionando una nueva epidemia. Este último golpe tuvo lugar en el 447, justo cuando Atila, habiendo consolidado su poder, partió de nuevo hacia el sur, entrando en el imperio a través de Moesia. El ejército romano, bajo el mando del magister militum godo Arnegisclo, le hizo frente en el río Vid y fue vencido aunque no sin antes ocasionar graves pérdidas al enemigo. Los hunos quedaron sin oposición y se dedicaron al pillaje a lo largo de los Balcanes, llegando incluso hasta las Termópilas. Constantinopla misma se salvó gracias a la intervención del prefecto Flavio Constantino, quien organizó brigadas ciudadanas para la reconstrucción de las murallas dañadas por los seismos (y, en algunos lugares, para construir una nueva línea de fortificación delante de la antigua).

Atila en Occidente

Ya en el 450 había proclamado Atila su intención de atacar al poderoso reino visigodo de Toulouse en alianza con el emperador Valentiniano III. Atila había estado anteriormente en buenas relaciones con el imperio occidental y con su gobernante de facto, Flavio Aecio. Aecio había pasado un breve exilio entre los hunos en el 433, y las tropas que Atila le había proporcionado contra los godos y los burgundios habían contribuido a conseguirle el título –más que nada honorífico– de “magister militum” en occidente. Los regalos y los esfuerzos diplomáticos de Genserico, que se oponía y temía a los visigodos, pudieron influir también en los planes de Atila.

En cualquier caso, en la primavera del 450, la hermana de Valentiniano, Honoria, a la que contra su voluntad habían prometido con un senador, envió al rey huno una demanda de ayuda juntamente con su anillo. Aunque es probable que Honoria no tuviera intención de proponerle matrimonio, Atila escogió interpretar así su mensaje. Aceptó, pidiéndole como dote la mitad del imperio occidental. Cuando Valentiniano descubrió lo sucedido, sólo la influencia de su madre, Gala Placidia, consiguió que enviara a Honoria al exilio en vez de matarla. Escribió a Atila negando categóricamente la legitimidad de la supuesta oferta de matrimonio. Atila, sin dejarse convencer, envió una embajada a Rávena para proclamar la inocencia de Honoria y la legitimidad de su propuesta de esponsales, así como que él mismo se encargaría de venir a reclamar lo que era suyo por derecho.

Mientras tanto, Teodosio murió a consecuencia de una caída de caballo y su sucesor, Marciano, interrumpió el pago del tributo a finales del 450. Las sucesivas invasiones de los hunos y de otras tribus habían dejado los Balcanes con poco que saquear. El rey de los salios había muerto y la lucha sucesoria entre sus dos hijos condujo a un enfrentamiento entre Atila y Aecio. Atila apoyaba al hijo mayor, mientras que Aecio lo hacía al pequeño. Bury piensa que la intención de Atila al marchar hacia el oeste era la de extender su reino –ya para entonces el más poderoso del continente– hasta la Galia y las costas del Atlántico. Para cuando reunió a todos sus vasallos (gépidos, ostrogodos, rugianos, escirianos, hérulos, turingios, alanos, burgundios, etc.) e inició su marcha hacia el oeste, había ya enviado ofertas de alianza tanto a los visigodos como a los romanos.

En el 451 su llegada a Bélgica con un ejército que Jordanes cifra en medio millón de hombres puso pronto en claro cuáles eran sus verdaderas intenciones. El 7 de abril tomó Metz, obligando a Aecio a ponerse en movimiento para hacerle frente con tropas reclutadas entre los francos, burgundios y celtas. Una embajada de Avito y el constante avance de Atila hacia el oeste convencieron al rey visigodo, Teodorico I, de aliarse con los romanos. El ejército combinado de ambos llegó a Orleans por delante de Atila, cortando así su avance. Aecio persiguió a los hunos y les dio caza cerca de Châlons-en-Champagne, trabando la batalla de los Campos Cataláunicos, que terminó con la victoria de la alianza godo-romana, aunque Teodorico perdió la vida en el combate. Atila se replegó más allá de sus fronteras y sus aliados se desbandaron.

Invasión de Italia y muerte de Atila

Cuadro de texto: Atila y sus hunos invadiendo ItaliaAtila y sus hunos invadiendo ItaliaAtila apareció de nuevo en el 452 para exigir su matrimonio con Honoria, invadiendo y saqueando Italia a su paso. Su ejército sometió a pillaje numerosas ciudades y arrasó Aquilea hasta sus cimientos. Valentiniano huyó de Rávena a Roma. Aecio permaneció en campaña, pero sin potencia militar suficiente para presentar batalla

Finalmente, Atila se detuvo en el Po, a donde acudió una embajada formada, entre otros, por el prefecto Trigecio, el cónsul Avieno y el papa León I. Tras el encuentro inició la retirada sin reclamar ya ni su matrimonio con Honoria ni los territorios que deseaba.

Se han ofrecido muchas explicaciones para este hecho. Puede que las epidemias y hambrunas que coincidieron con su invasión debilitaran su ejército, o que las tropas que Marciano envió al otro lado del Danubio le forzaran a regresar, o quizá ambas cosas. Prisco cuenta que un temor supersticioso al destino de Alarico, que murió poco después del saqueo de Roma en el 410, hizo detenerse a los hunos. Próspero de Aquitania afirma que el papa León, ayudado por San Pedro y San Pablo, le convenció para que se retirara de la ciudad. Seguramente la indudable personalidad de San León Magno tuvo más que ver con la retirada de Atila que la entrega a éste de una gran cantidad de oro, como suponen algunos autores, dado que tenía ya al alcance de su mano la plena posesión de la fuente de la que ese oro manaba.

Cualesquiera que fuesen sus razones, Atila dejó Italia y regresó a su palacio más allá del Danubio. Desde allí planeó atacar nuevamente Constantinopla y exigir el tributo que Marciano había dejado de pagar. Pero la muerte le sorprendió a comienzos del 453. El relato de Prisco dice que cierta noche, tras los festejos de celebración de su última boda (con una goda llamada Ildico), sufrió una grave hemorragia nasal que le ocasionó la muerte. Sus soldados, al descubrir su fallecimiento, le lloraron cortándose el pelo e hiriéndose con las espadas, pues –como señala Jordanes– “el más grande de todos los guerreros no había de ser llorado con lamentos de mujer ni con lágrimas, sino con sangre de hombres” . Lo enterraron en un triple sarcófago –de oro, plata y hierro– junto con el botín de sus conquistas, y los que participaron en el funeral fueron ejecutados para mantener secreto el lugar de enterramiento. Tras su muerte, siguió viviendo como figura legendaria: los personajes de Etzel en el Cantar de los Nibelungos y de Atli en la Saga de los Volsung y la Edda poética se inspiran vagamente en su figura.

Otra versión de su muerte es la que nos ofrece, ochenta años después del suceso, el cronista romano Conde Marcelino: “Atila, rey de los hunos y saqueador de las provincias de Europa, fue atravesado por la mano y la daga de su mujer”. También la Saga de los Volsung y la Edda poética sostienen que el rey Atli (Atila) murió a manos de su mujer Gudrun, pero la mayoría de los estudiosos rechazan estos relatos como puras fantasías románticas y prefieren la versión dada por Prisco, contemporáneo de Atila. Siendo este el fin de 8 años que duro las invasiones de los hunos, los bárbaros que hicieron retroceder y extinguirse a Roma, el Imperio Romano de Occidente que lo único que quedaba prácticamente era Roma fue terminada y destruida por los vándalos, otro pueblo bárbaro.

Sus hijos Elac (al que había designado heredero), Dengizik y Ernak lucharon por la sucesión y, divididos, fueron vencidos y desperdigados el año siguiente en la batalla de Nedao por una coalición de pueblos diversos (ostrogodos, hérulos, gépidos, etc). Su imperio no sobrevivió a Atila.

La herencia de Atila

Los hunos están intentando en la actualidad lograr su reconocimiento como minoría étnica en Hungría. Más de 100.000 hunos descendientes del Azote de Dios podrían vivir hoy entre Hungría y sus países vecinos. A pesar de su gran fama, poco se sabe del fin de este pueblo que atravesó 10.000 km hasta llegar desde Mongolia a Hungria. La hipotesis más razonable parece ser que la desintegración del imperio de los hunos a la muerte de Atila, y las enfermedades europeas (para un pueblo de la estepa asiatica con un sistema inmunologico muy diferente) dividieron y diezmaron a la población, que se fue mezclando por diferentes regiones, principalmente en Hungria y Rumania. No parece muy logico, que tras 100 años de asentamiento en Europa, ese pueblo desapareciera por completo, o volviera a rehacer el camino a la actual Mongolia.

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